PEDRO LAPIDO ESTRAN
El
Arte de Escribir y la Formación del estilo.
Bibliografía en página principal
1)
EL DON DE ESCRIBIR: a) ¿Puede escribir todo el mundo?
b) ¿Se puede enseñar a escribir?
c)
¿Cómo se llega a ser escritor?
d)
Primeras condiciones para escribir
Y después de otros planteos sigue: Yo mismo he protestado algunas veces contra ese mal de escribir que nos invade y que ha terminado por desalentar al público. Evidentemente, hay en ello un peligro, pero el abuso de una cosa no prueba que sea mala. No se va a hacer todo el mundo escritor porque sepa escribir mejor. Todo el mundo habla, pero no todo el mundo es orador.
Es excelente enseñar a
escribir; tanto peor para los que echen a perder el oficio. Por lo demás los que
quieran seguir los consejos que se dan en este curso tendrán que aplicarse a
escribir bien, y los que se apliquen se verán obligados a escribir poco. Estamos
pues al abrigo de todo reproche.
Por otra parte, se puede escribir no solamente para el público, sino para sí
mismo, por satisfacción personal. Aprender a escribir bien es, también, aprender
a juzgar a los buenos escritores. Habrá así, ante todo un mejor aprovechamiento
de la lectura. La literatura es un placer, una distracción noble y permitida, un medio de embellecer las horas de
la vida y los aburrimientos de la soledad.
Se me dirá: Sus consejos serán buenos para las personas que tienen
imaginación, puesto que la imaginación es la facultad maestra; pero ¿dará usted
imaginación a los que no la tienen?, y ¿cómo tendrán estilo?
La respuesta es fácil. Los que no tienen imaginación se pasarán sin ella. Hay un estilo de ideas, un estilo abstracto, un estilo seco, formado de solidez neta y de pensamiento puro, que es admirable. Todo se reduce a buscar temas.
Cada uno
puede escribir en la medida de sus facultades personales; uno puede presentar
discusiones abstractas; otro pintar la naturaleza, abordar la novela, dialogar
situaciones. Si usted es capaz de redactar una carta, es decir, de relatar algo
a un amigo, debe usted ser capaz de escribir, porque una página de composición
es un relato hecho al público. Quien puede escribir una página puede escribir
diez, lo que casi equivale a una novelita, y quien sabe hacer una novelita debe
saber hacer un libro, porque una serie de capítulos no es mas que una serie de
novelitas.
Por lo tanto, toda persona que tenga medianas aptitudes y algunas lecturas puede escribir, si quiere, si sabe aplicarse, si le interesa el arte, si tiene el deseo de expresar lo que ve y de pintar lo que siente. La literatura no es una ciencia inabordable reservada a unos pocos iniciados. Es una vocación que cada uno lleva en si y que puede desarrollar más o menos, según las exigencias de su vida y las ocasiones favorables. Muchas personas que escriben, escriben mal; muchas que podrían escribir bien, no piensan en ello.
En principio, todo el mundo puede contar lo que ha visto. ¿Por qué no ha de
poder escribirlo? y por eso se dice que el estilo es el hombre. El estilo mejor
escrito es, con frecuencia, el estilo en que mejor se podría hablar. Así lo
entendía Montaigne. La gente del pueblo, para contar las cosas que ha vivido,
tiene hallazgos felices de palabras, originalidades de expresión y una creación
de imágenes que sorprende a los profesionales.
Pues si todo el mundo puede escribir, con más razón podrán hacerlo las personas
de mediana cultura. Hay
muchísimas personas que dirigidas y aconsejadas, podrían formar y aumentar sus
aptitudes hasta llegar a desarrollar su talento. Mucha ignoran sus propias
fuerzas porque nunca las han empleado y ni siquiera sospechan que podrían
escribir. Otras, mal secundadas, disuadidas de su vocación, se desalientan por
falta de un guía que las perfeccione.
Las tres cuartas partes de las personas escriben mal porque no se les ha demostrado el mecanismo del estilo, la anatomía de la escritura, como se encuentra una imagen, como se construye una frase.
He visto escritores
experimentados desparramar perlas y oro en medio de la basura, colocar flores en
medio de la maleza (nos dice Albalat). Cuando se rehacen sus frases, abriendo paso a sus imágenes,
puliendo su estilo, eliminando el ripio de sus palabras, se quedan estupefactos
y se maravillan al ver el resultado sólido y brillante que es bien de ellos,
solo se ha eliminado la maleza y ahora se ven las flores, se aprecian los
colores y las formas.
La necesidad de un guía es absoluta. Dejemos los genios aparte a quienes no se enseña nada
porque ellos prescinden de todo, pero los demás, podemos duplicar nuestro talento con el esfuerzo del trabajo
y los consejos de quien a acumulado observación y experiencia.
Moliere interrogaba a su sirvienta. Racine consultaba a Boileau. Flaubert
escuchaba a Bouilet. Chateaubriand se sometía a Fontanes. Las experiencias
recogidas por todos ellos y otros, recopiladas a través del tiempo y publicadas
en obras de gran talento, como la que nos sirve de soporte, y a las
cuales me atrevo a agregarle mi experiencia personal son las que utilizaré para
ser el guía de los que no pueden por ahora tener otro.