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De Cóndores, Águilas y Gorriones

 

 

                          Érase una mañana del mes de Septiembre de un año cualquiera (Tal ves Trágico). El Sol iluminaba vivamente los picos andinos y calentaba el plumaje de un grupo de Cóndores apoyados en una cresta de montaña. Miraban hacia el norte desde donde avanzaba hacia ellos una enorme bandada de Águilas Calvas. Llegaron con estrépito – como siempre lo hacían – seguras de su poder de patota, profusamente armadas de garras y picos afilados. El Cóndor líder, extendió los 3,50 metros de sus alas, como para recordarle a las depredadoras que ellos eran los herederos directos del ave más grande que existiera en América. Y dirigiéndose al líder de la bandada dijo:

 

--Bien: ¿A qué debemos esta visita de hoy?

--Hemos sido atacados en nuestros propios nidos—Contestó el águila líder, indignada.

--¿Atacadas?¡Increíble! Siempre nos enteramos de que son ustedes las que atacan.

--Siempre que atacamos lo hacemos por una razón justa y en defensa de la libertad – contestó el águila molesta – Pero es cierto. Fue un ataque artero, canalla, e inesperado a uno de nuestros nidos importantes. Murieron muchos de los nuestros y muchos otros que se hallaban con nosotros en ese momento.

--Sí, sabemos que sus nidos son muy requeridos. Muchas aves prefieren ser siervas en ellos que señoras en los suyos. Pero de cualquier manera, lo lamentamos mucho. Toda muerte inocente es injustificable para los que amamos la vida. Pero ¿como pudo suceder eso en uno de vuestros nidos? Son los mas fuertes, los mas vigilados.

--Fue un ataque suicida, los atacantes murieron todos. Ese tipo de ataque es imparable.

--Caramba –dijo el cóndor –Si todo el poder de ustedes no logró detener el ataque,¿No convendría replantear su relación con el resto de las aves del mundo? Por que según se dice hay demasiadas que ya no tienen nada que perder. Y de hecho todas ellas serán desde hoy potenciales suicidas.

--No es así. Fue un ataque extremista de ciertas minorías que no aceptan nuestra forma de vida.

--¡Ah! ¿Y ustedes aceptan otras formas de vida? --Preguntó el cóndor corrigiendo su garganta.

--Por supuesto que sí. Somos los guardianes de la libertad en el mundo.

--Que notable – respondió el cóndor –yo no sabía que la libertad necesitaba la custodia de ustedes. ¿Será por eso que controlan tanto cierta isla por ejemplo?

--Así es –se apresuró el águila –es por la libertad de sus habitantes que lo hacemos.

--¡Ah!, pero que bien – siguió el cóndor --¿Y que es lo que necesitan de nosotros?

--Queremos que nos ayuden –Contestó el águila hinchando su pecho –creemos que en esta instancia nadie debe negarse a ayudarnos.

--Bueno, si se trata de ayudar a las víctimas, cuenten con nosotros, por supuesto.

--¡No!, se trata de atacar a los culpables hasta exterminarlos, asegurándonos de que esta agresión no se repita.

--Pero entonces, ¿Ya saben quien los atacó? –Prosiguió el cóndor.

--No con certeza, pero vamos a atacar y a eliminar al mas probable de los ejecutores.

--Verán ustedes queridas amigas: Nosotros lamentamos profundamente la agresión que han sufrido. Pero también vamos a lamentar la que ustedes realicen. Porque todo indica que también habrá víctimas inocentes en vuestro camino de venganza. Colaboraremos con las víctimas en todos los casos. Pero no vamos a atacar a nadie que no nos haya hecho daño.

--¡Un momento! –interrumpió el águila –ustedes ya han sido atacados por estos agresores.

--Es posible, aunque creo que están generalizando demasiado. No todo individuo con la cara pintada es un indio preparado para la guerra. Pero aunque así fuera, nosotros no salimos a realizar ningún asesinato masivo en represalia. Y si mal no recuerdo, en una guerra que tuvimos, ¿ustedes no ayudaron a nuestros enemigos a matar a los nuestros? –preguntó el cóndor.

--Los enemigos de ustedes en ese momento eran y son hoy, nuestros íntimos amigos.

--Amiga mía, ya veo – continuó el cóndor – Debemos ayudarlos a ustedes a agredir a un enemigo que aún es imaginario y que tampoco es nuestro enemigo. En contrapartida, ustedes nos ayudarán, siempre y cuando nuestro enemigo no sea vuestro amigo. Bueno, les diré: Nosotros somos libres, así como ustedes son paladines de la libertad. Y para nosotros, todos aquellos que no son nuestros enemigos declarados, son potencialmente amigos. De modo que utilizando vuestros mismos conceptos, nuestra decisión es, quedar afuera de este conflicto.

--Tal vez no estemos de acuerdo con esa posición –dijo el águila, de mal talante.

--En ese caso—respondió el cóndor—debo recordarles que además... "Somos Cóndores".

 

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                               ¡Ah!, pero que vivo, dijeron los gorriones al enterarse. El puede hacer eso porque es cóndor. En cambio nosotros, ¿Cómo nos negamos siendo gorriones?

                               Un viejo gorrión que observaba, casi inadvertido por el resto, alentó una respuesta:

--Tal vez si cuidáramos nuestra tierra, si no dejáramos que la empeñen ni la vendan. Si educáramos a nuestros hijos en el amor a lo nuestro. Si reconociéramos, alentáramos y apoyáramos a nuestros cerebros para que su inteligencia produzca en nuestra tierra y no comprar caro a otros lo que pudo ser nuestro. Si aprendiéramos a no debilitarnos nunca, sabiendo que es más fácil mantener la paz cuando se es fuerte. Si mantuviéramos con nosotros lo que nuestro pueblo crea. Si fuéramos amigos de nuestros amigos y enemigos de nuestros enemigos, ya que eso no es una cuestión de sangre ni de religión sino de hechos. Tal vez entonces pudiéramos ser Cóndores.

--Termina ya con los gerundios viejo—dijo un joven gorrión con soberbia --¡Nunca lo seremos!

-- Creo que tienes razón muchacho –continuó el viejo—cuando se tiene asumida la esclavitud no nacen Espartacos entre los siervos.

--¡Espartaco, Espartaco! Tenemos que adherir al poder para vivir, tonto viejo.

--A lo único que tenemos que adherir para vivir es a la JUSTICIA y si hubiera que abandonar la PAZ por alguna razón, esas razones deben ser el PAN, LA LIBERTAD y LA ALEGRÍA para nuestro pueblo. Pero vuelves a tener razón muchacho, te sientes tan fuerte y tan conforme como gorrión, que nunca serás Cóndor.